En los San Fermines del año 1958, en la plaza de Pamplona, el animal protagonista y triunfador no fue ni un caballo ni un toro. Aquel 12 de julio el que salia del anonimato fue un perro. Un Euskal Artzain Txakurra de la variedad Iletsua, pastor de ganado bravo, llamado Ortega .
Era propiedad del pastor Esteban Irisarri. Por lo visto, a los perros que se utilizaban en la Bardena para cuidar el ganado bravo, les ponian nombres de toreros.
En aquel encierro de la ganaderia de Miura, un toro llamado Estribero muy remolón no quiso entrar en los corrales. No pudieron hacerlo pasar por la puerta de areneros ni los capotes de Chamaco y Ordóñez, ni la arriesgada labor de los pastores, ni las pelmas invitaciones de los mansos. Habían transcurrido unos quince minutos en esta situación ( brega de toreros, pastores y cabestros ), y entonces ocurrió algo curioso y nuevo en la plaza.
Un pastor sacó a su Euskal Artzain Txakurra , un perro mediano color canela, de esos acostumbrados a guardar ganado, y ante el asombro y la admiración de la muchedumbre que llenaba la plaza, el simpático chucho emprendió un tenaz y enérgico asedio al toro, mordiéndole en el rabo, en las patas y hasta en el hocico, hasta que a los 15 minutos de salir Ortega y ya media hora desde el comienzo del encierro el bicho penetró en los corrales seguido por el perro. Los mozos tomaron al perro como un héroe, lo tomaron al hombro y le dieron la vuelta al ruedo entre las ovaciones de todos los presentes en la plaza de toros de Pamplona.